Entre epítetos y pleonasmos me acorralas
acumulandome sinónimos sin piedad…
polisindetón; haces, entre quejas y lamentos,
asíndeton; propinas, entre cuitas y dolores,
y luego, en tus elipsis me pierdo.
Retruécanos, reduplicaciones y anáforas
crueles como metrallas, ruidosas como cañonazos,
me desconciertan quitándome el habla y el sueño,
pero son tus anacolutos los que te aventajan
aprovechándose de mis afásicas dotes,
calambures, hiperbatones y perífrasis
destruyen mi entendimiento
y tus quiasmos me marean:
¿será que lo haces a propósito?
Será que quieres que te escuche
¿y no quieres que te entienda?
¿a qué le temes?
Onomatopéyicas resultan tus absurdas paráfrasis
y la metátesis con que me nombras
me hace pensar que piensas en otro,
y me vuelvo sinestésico y vitalmente adormilado.
Me han dicho que me has prosopografiado malamente
ante tus amigas chismosas y mezquinas
pero no me importa, mi retrato es la viva metáfora
de mi etopeya, la verídica metonímia de mis incertidumbres;
la propia alegoría de mí mismo
y por más que de mí hagas caricatura,
yo sigo siendo lap topografía del amor benévolo,
y la más exquisita de las paradojas: yo…humano.
Tus imprecaciones y deprecaciones resbalan
como ríos de símiles ahogándose en humedas aliteraciones,
tus hipérboles, tus sarcasmos e ironías, y esos vulgares eufemismos
respecto a mi persona, no son más que prosopopeyas
o tal vez apóstrofes…porque bien sé que no me dibujas a mí,
tan sólo dibujas una idea que te has construido de mí,
nunca, jamás me describen a mi.
¿Qué te hice?
¿a cuenta de qué me odias tanto?
No hay comentarios:
Publicar un comentario